Por el Presbítero Guillermo Oviedo Gambetta
Por Julio Talledo. 25 marzo, 2013.El elogio de alguien que no nos acompaña físicamente podría pensarse que tiene un estereotipo o estructura propia de un género literario: puedo asegurar que no está en mente de quien redacta estas líneas algo semejante: por el contrario son reflexiones llenas de admiración y agradecimiento por su constante buen ejemplo permeado de naturalidad y llaneza, puestas en papel, después de haberlo conocido más de medio siglo.
El ingeniero Rafael Estartús Tobella, hijo del médico Rafael Estartús, catalán y de doña Carmen Tobella, también catalana, fue un hombre que, conforme lo pueden testimoniar multitudes de personas en diversos puntos del Perú, tuvo lo extraordinario de lo ordinario vivido en una usanza de no muy frecuente coherencia: con una cota de exigencia personal en todo su ser humano, en su ser cristiano, en su ser profesional, como diría el Beato Juan Pablo II, incomparables, de quien con magnanimidad, es decir ánimo magno y con un leit motiv, hondamente católico, fue como “una brasa” que, sin lo fulgurante ni centellante de una llama de fogata momentánea, pudo caldear todo el arco de su vida.
Inteligencia prócer e insigne tanto en las ciencias matemáticas, como humanísticas y un auténtico afán noble de conocimiento de la realidad para poder estudiarla, juzgarla; actitudes propias de quien se cultiva constantemente en una unidad de vida sencilla y fuerte, tal como aprendió de San Josemaría Escrivá, fundador y primer gran canciller de la Universidad de Piura, y que con una honda profundidad lo hizo carne de su carne, vida de su vida, alma de su alma. Transcurrió su vida en este Perú nuestro, al que vino hace cincuenta y seis años, al que conoció, sirvió y amó sin dejar de pronunciar con su acento catalán y en su rico vocabulario, como le solía bromear en esa lengua romance, “Paraules senzilles”palabras sencillas que brotaban fluidamente de honradez y sinceridad. Ciertas jornadas de introducción a la vida universitaria y posterior profesional, llevadas a cabo el lejano año de 1961 –lejano en el tiempo, pero muy vivos en la memoria- vienen a la recordación de quien redacta estas líneas; en la residencia universitaria “Los Andes”, en la Av, España, en Lima, disertaban peruanos ilustres como Honorio Delgado, Víctor Andrés Belaunde, Enrique Cipriani don José Luis Bustamante y Rivero.
El ingeniero Estartús estaba allí en esa ocasión y me enseñó el Oratorio, haciéndome notar que el Santísimo Sacramento estaba reservado en el Sagrario; y que ahí se hacía oración, escuchando lo que Dios nos dice. Nunca me he olvidado de ese detalle y de muchos más que reflejaban su afán apostólico. Dios suscita hombres como el ingeniero Estartús que en su sobriedad y competencia profesional, reconocida en diversos foros científicos, y con la transparente sencillez de su vida, dejan una estela de abnegado y alturado servicio, por amor a Dios, y una estela de bien en beneficio de muchos.
Presbítero Guillermo Oviedo Gambetta
Ex Capellán Mayor Universidad de Piura